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sábado, 30 de octubre de 2010

Otra película del verano

"http://www.almudi.org/Peliculas/tabid/61/ctl/Detalle/mid/399/pid/2204/ppid/0/language/es-ES/Default.aspx"

lunes, 25 de octubre de 2010

ACLARACIONES NUEVOS TITULOS DE GRADO

Asunto: Comunicado Decano 71_2010 ACLARACIONES NUEVOS TITULOS DE GRADO
Para: copitima@copitima.com


COMUNICADO DECANO 71/2010

Málaga, OCTUBRE 2010

ASUNTO: ACLARACIONES SOBRE LOS NUEVOS TITULOS DE GRADO Y LA PROFESION DE INGENIERO TÉCNICO INDUSTRIAL.

Estimados compañeros y compañeras.

Ante las innumerables preguntas recibidas de colegiados, sobre las titulaciones de Ingeniero de Grado, os transmito los siguientes criterios para que os queden respondidas vuestras dudas.

Los titulados en Ingeniería Técnica Industrial no son Graduados, el aspecto común entre ambos titulados, es la capacidad para ejercer la profesión de Ingeniero Técnico Industrial con las atribuciones profesionales determinadas principalmente en la Ley 12/1986, ya que ambas titulaciones capacitan para ello.

Los Grados son títulos exclusivamente académicos, determinados por el Espacio Europeo de Educación Superior y que mediante el acuerdo del Consejo de Ministros publicado por resolución de 15 de enero de 2009 (BOE de 29 de enero de 2009), y por la Orden CIN/351/2009 (BOE 20 de febrero de 2009) y aunque la denominación de los títulos sea diversa, la profesión es única, dando acceso estas titulaciones a la profesión de Ingeniero Técnico Industrial, por ello, estos títulos no aportan mayores atribuciones profesionales a los actuales titulados Ingenieros Técnicos Industriales.

Desde el Consejo General, se ha elaborando una propuesta de acceso al grado de los Ingenieros Técnicos Industriales, para ser presentada en breve a la ANECA y al Ministerio de Educación, basada, esencialmente, en la formación recibida en los diferentes planes de estudio de Ingeniería Técnica Industrial y en la experiencia profesional acreditada del solicitante. El criterio del Consejo General es el de lograr un reconocimiento de título de la manera más directa posible, mediante el reconocimiento en ECTS de la experiencia profesional acreditada, de cualquier modo, el Ingeniero Técnico que desee voluntariamente acogerse a las ofertas existentes en estos momentos, actúa libremente al hacerlo, pero nuestra recomendación es que actúe con cautela y si puede con paciencia, pues puede darse la circunstancia de que la propuesta de este Consejo General sea aceptada y el próximo año las condiciones de obtención del título de grado por los ITI sea menos exigente que las actuales ofertas de algunas universidades. En cualquier caso recomendamos a aquellos que decidan matricularse en cursos de paso de Ingeniero Técnico a Grado (pasarelas), que se aseguren que el plan de estudios del grado al que accederán está verificado favorablemente por la ANECA y que en dicho plan quedan expresamente reflejados los criterios de acceso de los Ingenieros Técnicos al dicho grado.

Como conclusión, la titulación de Grado recoge las atribuciones legales del Ingeniero Técnico Industrial y no al revés, por lo que, los titulados de Grado serán, profesionalmente, Ingenieros Técnicos Industriales con todas sus atribuciones y con acceso al grupo A de la Administración Pública (ninguna normativa vigente garantiza el acceso al grupo A1 de los grados). Los titulados de grado accederán a cualquiera de los subgrupos, A1 o A2, en función de la responsabilidad del puesto y de la Ley de Función Pública de la Comunidad Autónoma concreta, ya que existen determinadas Comunidades que contemplan para el desempeño de las funciones asignadas al subgrupo A1, la titulación de master.

Espero que esta información os sea útil.

No olvidemos que nuestro Colegio será lo que nosotros deseemos.

Un cordial saludo

Fdo.:Antonio Serrano Fernández

Decano –Presidente



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jueves, 14 de octubre de 2010

Encuentro con exponentes de la sociedad civil BENEDICTO XVI -City of Westminster, 17 de septiembre de 2010

BENEDICTO XVI





Encuentro con exponentes de la sociedad civil, del mundo académico, cultural y empresarial, con el Cuerpo Diplomático y con líderes religiosos en el Westminster Hall (City of Westminster, 17 de septiembre de 2010)


17 de septiembre de 2010
vatican.va
DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Westminster Hall - City of Westminster
Viernes 17 de septiembre de 2010



Señor Orador:

Gracias por sus palabras de bienvenida en nombre de esta distinguida asamblea. Al dirigirme a ustedes, soy consciente del gran privilegio que se me ha concedido de poder hablar al pueblo británico y a sus representantes en Westminster Hall, un edificio de significación única en la historia civil y política del pueblo de estas islas. Permítanme expresar igualmente mi estima por el Parlamento, presente en este lugar desde hace siglos y que ha tenido una profunda influencia en el desarrollo de los gobiernos democráticos entre las naciones, especialmente en la Commonwealth y en el mundo de habla inglesa en general. Vuestra tradición jurídica —“common law”— sirve de base a los sistemas legales de muchos lugares del mundo, y vuestra visión particular de los respectivos derechos y deberes del Estado y de las personas, así como de la separación de poderes, siguen inspirando a muchos en todo el mundo.

Al hablarles en este histórico lugar, pienso en los innumerables hombres y mujeres que durante siglos han participado en los memorables acontecimientos vividos entre estos muros y que han determinado las vidas de muchas generaciones de británicos y de otras muchas personas. En particular, quisiera recordar la figura de Santo Tomás Moro, el gran erudito inglés y hombre de Estado, quien es admirado por creyentes y no creyentes por la integridad con la que fue fiel a su conciencia, incluso a costa de contrariar al soberano de quien era un “buen servidor”, pues eligió servir primero a Dios. El dilema que afrontó Moro en aquellos tiempos difíciles, la perenne cuestión de la relación entre lo que se debe al César y lo que se debe a Dios, me ofrece la oportunidad de reflexionar brevemente con ustedes sobre el lugar apropiado de las creencias religiosas en el proceso político.

La tradición parlamentaria de este país debe mucho al instinto nacional de moderación, al deseo de alcanzar un genuino equilibrio entre las legítimas reivindicaciones del gobierno y los derechos de quienes están sujetos a él. Mientras se han dado pasos decisivos en muchos momentos de vuestra historia para delimitar el ejercicio del poder, las instituciones políticas de la nación se han podido desarrollar con un notable grado de estabilidad. En este proceso, Gran Bretaña se ha configurado como una democracia pluralista que valora enormemente la libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto por el papel de la ley, con un profundo sentido de los derechos y deberes individuales, y de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Si bien con otro lenguaje, la Doctrina Social de la Iglesia tiene mucho en común con dicha perspectiva, en su preocupación primordial por la protección de la dignidad única de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y en su énfasis en los deberes de la autoridad civil para la promoción del bien común.

Con todo, las cuestiones fundamentales en juego en la causa de Tomás Moro continúan presentándose hoy en términos que varían según las nuevas condiciones sociales. Cada generación, al tratar de progresar en el bien común, debe replantearse: ¿Qué exigencias pueden imponer los gobiernos a los ciudadanos de manera razonable? Y ¿qué alcance pueden tener? ¿En nombre de qué autoridad pueden resolverse los dilemas morales? Estas cuestiones nos conducen directamente a la fundamentación ética de la vida civil. Si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí reside el verdadero desafío para la democracia.

La reciente crisis financiera global ha mostrado claramente la inadecuación de soluciones pragmáticas y a corto plazo relativas a complejos problemas sociales y éticos. Es opinión ampliamente compartida que la falta de una base ética sólida en la actividad económica ha contribuido a agravar las dificultades que ahora están padeciendo millones de personas en todo el mundo. Ya que “toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral” (Caritas in veritate, 37), igualmente en el campo político, la dimensión ética de la política tiene consecuencias de tal alcance que ningún gobierno puede permitirse ignorar. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en uno de los logros particularmente notables del Parlamento Británico: la abolición del tráfico de esclavos. La campaña que condujo a promulgar este hito legislativo estaba edificada sobre firmes principios éticos, enraizados en la ley natural, y brindó una contribución a la civilización de la cual esta nación puede estar orgullosa.

Así que, el punto central de esta cuestión es el siguiente: ¿Dónde se encuentra la fundamentación ética de las deliberaciones políticas? La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación. En este sentido, el papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos aún proponer soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos. Este papel “corrector” de la religión respecto a la razón no siempre ha sido bienvenido, en parte debido a expresiones deformadas de la religión, tales como el sectarismo y el fundamentalismo, que pueden ser percibidas como generadoras de serios problemas sociales. Y a su vez, dichas distorsiones de la religión surgen cuando se presta una atención insuficiente al papel purificador y vertebrador de la razón respecto a la religión. Se trata de un proceso en doble sentido. Sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede ser también presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad de la persona humana. Después de todo, dicho abuso de la razón fue lo que provocó la trata de esclavos en primer lugar y otros muchos males sociales, en particular la difusión de las ideologías totalitarias del siglo XX. Por eso deseo indicar que el mundo de la razón y el mundo de la fe —el mundo de la racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas— necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización.

En otras palabras, la religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional. Desde este punto de vista, no puedo menos que manifestar mi preocupación por la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo, en algunas partes, incluso en naciones que otorgan un gran énfasis a la tolerancia. Hay algunos que desean que la voz de la religión se silencie, o al menos que se relegue a la esfera meramente privada. Hay quienes esgrimen que la celebración pública de fiestas como la Navidad deberían suprimirse según la discutible convicción de que ésta ofende a los miembros de otras religiones o de ninguna. Y hay otros que sostienen —paradójicamente con la intención de suprimir la discriminación— que a los cristianos que desempeñan un papel público se les debería pedir a veces que actuaran contra su conciencia. Éstos son signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no sólo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino también del legítimo papel de la religión en la vida pública. Quisiera invitar a todos ustedes, por tanto, en sus respectivos campos de influencia, a buscar medios de promoción y fomento del diálogo entre fe y razón en todos los ámbitos de la vida nacional.

Vuestra disposición a actuar así ya está implícita en la invitación sin precedentes que se me ha brindado hoy. Y se ve reflejada en la preocupación en diversos ámbitos en los que vuestro gobierno trabaja con la Santa Sede. En el ámbito de la paz, ha habido conversaciones para la elaboración de un tratado internacional sobre el comercio de armas; respecto a los derechos humanos, la Santa Sede y el Reino Unido se han congratulado por la difusión de la democracia, especialmente en los últimos sesenta y cinco años; en el campo del desarrollo, se ha colaborado en la reducción de la deuda, en el comercio justo y en la ayuda al desarrollo, especialmente a través del International Finance Facility, del International Immunization Bond, y del Advanced Market Commitment. Igualmente, la Santa Sede tiene interés en colaborar con el Reino Unido en la búsqueda de nuevas vías de promoción de la responsabilidad medioambiental, en beneficio de todos.

Observo asimismo que el Gobierno actual compromete al Reino Unido a asignar el 0,7% de la renta nacional a la ayuda al desarrollo hasta el año 2013. En los últimos años, ha sido alentador percibir signos positivos de un crecimiento mundial de la solidaridad hacia los pobres. Sin embargo, para concretar esta solidaridad en acciones eficaces se requieren nuevas ideas que mejoren las condiciones de vida en muchas áreas importantes, tales como la producción de alimentos, el agua potable, la creación de empleo, la educación, el apoyo a las familias, sobre todo emigrantes, y la atención sanitaria básica. Donde hay vidas humanas de por medio, el tiempo es siempre limitado: el mundo ha sido también testigo de los ingentes recursos que los gobiernos pueden emplear en el rescate de instituciones financieras consideradas “demasiado grandes para que fracasen”. Desde luego, el desarrollo humano integral de los pueblos del mundo no es menos importante. He aquí una empresa digna de la atención mundial, que es en verdad “demasiado grande para que fracase”.

Esta visión general de la cooperación reciente entre el Reino Unido y la Santa Sede muestra cuánto progreso se ha realizado en los años transcurridos desde el establecimiento de relaciones diplomáticas bilaterales, promoviendo en todo el mundo los muchos valores fundamentales que compartimos. Confío y rezo para que esta relación continúe dando frutos y que se refleje en una creciente aceptación de la necesidad de diálogo y de respeto en todos los niveles de la sociedad entre el mundo de la razón y el mundo de la fe. Estoy convencido de que, también dentro de este país, hay muchas áreas en las que la Iglesia y las autoridades públicas pueden trabajar conjuntamente por el bien de los ciudadanos, en consonancia con la histórica costumbre de este Parlamento de invocar la asistencia del Espíritu sobre quienes buscan mejorar las condiciones de toda la humanidad. Para que dicha cooperación sea posible, las entidades religiosas —incluidas las instituciones vinculadas a la Iglesia católica— necesitan tener libertad de actuación conforme a sus propios principios y convicciones específicas basadas en la fe y el magisterio oficial de la Iglesia. Así se garantizarán derechos fundamentales como la libertad religiosa, la libertad de conciencia y la libertad de asociación. Los ángeles que nos contemplan desde el espléndido cielo de este antiguo salón nos recuerdan la larga tradición en la que la democracia parlamentaria británica se ha desarrollado. Nos recuerdan que Dios vela constantemente para guiarnos y protegernos; y, a su vez, nos invitan a reconocer la contribución vital que la religión ha brindado y puede seguir brindando a la vida de la nación.

Señor Orador, le agradezco una vez más la oportunidad que me ha brindado de poder dirigirme brevemente a esta distinguida asamblea. Les aseguro mis mejores deseos y mis oraciones por ustedes y por los fructuosos trabajos de las dos Cámaras de este antiguo Parlamento. Gracias y que les Dios bendiga a todos ustedes.

lunes, 11 de octubre de 2010

Francisco Aguilar, Francisco Aguilar V te envía este artículo desde http://www.opusdei.es

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Celebración de la educación católica en la capilla y en el campo de deportes del Colegio Universitario Santa María de Twickenham (London Borough of Richmond, 17 de septiembre de 2010)


http://www.opusdei.es/art.php?p=40398

SALUDO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS PROFESORES Y RELIGIOSOS

Excelentísimo Secretario de Estado de Educación,
Señor Obispo Stack,
Doctor Naylor,
Reverendos Padres,
Hermanos y Hermanas en Cristo:

Me complace tener esta oportunidad para rendir homenaje a la destacada contribución, brindada por religiosos y religiosas en esta tierra, a la noble tarea de la educación. Doy las gracias a los jóvenes por sus magníficas canciones, y agradezco a la Hermana Teresa sus palabras. A ella y a todos los hombres y mujeres que dedican sus vidas a enseñar a los jóvenes, deseo manifestarles mis sentimientos de profundo agradecimiento. Formáis a las nuevas generaciones no sólo en el conocimiento de la fe, sino en cada aspecto de lo que significa vivir como ciudadanos maduros y responsables en el mundo actual.

Como sabéis, la tarea de un maestro no es sencillamente comunicar información o proporcionar capacitación en unas habilidades orientadas al beneficio económico de la sociedad; la educación no es y nunca debe considerarse como algo meramente utilitario. Se trata de la formación de la persona humana, preparándola para vivir en plenitud. En una palabra, se trata de impartir sabiduría. Y la verdadera sabiduría es inseparable del conocimiento del Creador, porque «en sus manos estamos nosotros y nuestras palabras y toda la prudencia y destreza de nuestras obras» (Sab 7,16).

Los monjes percibieron con claridad esta dimensión trascendente del estudio y la enseñanza, que tanto contribuyó a la evangelización de estas islas. Me refiero a los benedictinos que acompañaron a San Agustín en su misión a Inglaterra; a los discípulos de San Columbano, que propagaron la fe por Escocia y el norte de Inglaterra; a San David y sus compañeros en Gales. Ya que la búsqueda de Dios, que está en el corazón de la vocación monástica, requiere un compromiso activo con los medios por los que Él se da a conocer —su creación y su Palabra revelada—, era natural que el monasterio tuviera una biblioteca y una escuela (cf. Discurso a los representantes del mundo de la cultura en el "Colegio de los Bernardinos" en París, el 12 de septiembre de 2008). La dedicación monacal al aprendizaje como senda de encuentro con la Palabra de Dios encarnada sentó las bases de nuestra cultura y civilización occidentales.

Al mirar a mi alrededor hoy en día, veo a muchos religiosos de vida activa cuyo carisma incluye la educación de los jóvenes. Ello me ofrece la oportunidad de dar gracias a Dios por la vida y obra de la Venerable María Ward, originaria de esta tierra, cuya visión de la vida religiosa apostólica femenina ha dado tantos frutos. Yo mismo, siendo niño, fui educado por las "Damas Inglesas", y tengo hacia ellas una profunda deuda de gratitud. Muchos pertenecéis a congregaciones dedicadas a la enseñanza, que han llevado la luz del Evangelio a tierras lejanas, como parte de la gran obra misionera de la Iglesia. También doy gracias a Dios por esto y le alabo. A menudo, pusisteis las bases de la previsión educativa mucho antes de que el Estado asumiera la responsabilidad de este servicio vital tanto para el individuo como para la sociedad. Como los papeles respectivos de la Iglesia y el Estado en el ámbito de la educación siguen evolucionando, nunca olvidéis que los religiosos tienen un
a única contribución que ofrecer a este apostolado, sobre todo a través de sus vidas consagradas a Dios y por medio de su fidelidad: el testimonio de amor a Cristo, el Maestro por excelencia.

En efecto, la presencia de los religiosos en las escuelas católicas es un signo que recuerda intensamente el tan discutido ethos católico que debe permear todos los aspectos de la vida escolar. Esto va más allá de la evidente exigencia de que el contenido de la enseñanza concuerde siempre con la doctrina de la Iglesia. Se trata de que la vida de fe sea la fuerza impulsora de toda actividad escolar, para que la misión de la Iglesia se desarrolle con eficacia, y los jóvenes puedan descubrir la alegría de participar en "el ser para los demás", propio de Cristo (cf. Spe Salvi, 28).

Antes de concluir, deseo añadir una palabra especial de aprecio hacia quienes tienen la tarea de garantizar que nuestras escuelas ofrezcan un entorno seguro para niños y jóvenes. Nuestra responsabilidad hacia aquellos que nos han confiado su formación cristiana no puede exigir menos. De hecho, la vida de fe se puede cultivar con eficacia cuando prevalece un clima de confianza respetuosa y afectuosa. Rezo para que ello siga siendo un sello distintivo de las escuelas católicas en este país.

Con estos sentimientos, queridos hermanos y hermanas, os invito ahora a poneros en pie y orar.

* * *

Señor Obispo Stack, le ruego, como Presidente de la Junta de Gobierno de la Universidad de Santa María, que reciba, en nombre del Colegio, este mosaico de la Santísima Virgen María, que obsequio.

SALUDO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS ALUMNOS

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Queridos jóvenes:

Quiero manifestaros ante todo mi alegría por estar con vosotros hoy aquí. Os saludo con cariño a todos los que habéis venido a la Universidad de Saint Mary desde las diversas escuelas y facultades católicas de todo el Reino Unido, y a los que seguís este encuentro a través de la televisión o internet. Agradezco al Obispo McMahon su amable bienvenida. Doy las gracias también al coro y a la orquesta por la preciosa música que ha dado comienzo a nuestra celebración, e igualmente deseo expresar mi gratitud a la Señorita Bellot y Elaine por las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos los jóvenes aquí presentes. Con vistas a los próximos Juegos Olímpicos en Londres, me ha sido grato inaugurar esta fundación deportiva, llamada así en honor del Papa Juan Pablo II, y rezo para que cuantos vengan aquí den gloria a Dios con sus actividades deportivas y disfruten ellos mismos y los demás.

No es frecuente que un Papa u otra persona tenga la posibilidad de hablar a la vez a los alumnos de todas las escuelas católicas de Inglaterra, Gales y Escocia. Y como tengo esta oportunidad, hay algo que deseo enormemente deciros. Espero que, entre quienes me escucháis hoy, esté alguno de los futuros santos del siglo XXI. Lo que Dios desea más de cada uno de vosotros es que seáis santos. Él os ama mucho más de lo jamás podríais imaginar y quiere lo mejor para vosotros. Y, sin duda, lo mejor para vosotros es que crezcáis en santidad.

Quizás alguno de vosotros nunca antes pensó esto. Quizás, alguno opina que la santidad no es para él. Dejad que me explique. Cuando somos jóvenes, solemos pensar en personas a las que respetamos, admiramos y como las que nos gustaría ser. Puede que sea alguien que encontramos en nuestra vida diaria y a quien tenemos una gran estima. O puede que sea alguien famoso. Vivimos en una cultura de la fama, y a menudo se alienta a los jóvenes a modelarse según las figuras del mundo del deporte o del entretenimiento. Os pregunto: ¿Cuáles son las cualidades que veis en otros y que más os gustarían para vosotros? ¿Qué tipo de persona os gustaría ser de verdad?

Cuando os invito a ser santos, os pido que no os conforméis con ser de segunda fila. Os pido que no persigáis una meta limitada y que ignoréis las demás. Tener dinero posibilita ser generoso y hacer el bien en el mundo, pero, por sí mismo, no es suficiente para haceros felices. Estar altamente cualificado en determinada actividad o profesión es bueno, pero esto no os llenará de satisfacción a menos que aspiremos a algo más grande aún. Llegar a la fama, no nos hace felices. La felicidad es algo que todos quieren, pero una de las mayores tragedias de este mundo es que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados. La clave para esto es muy sencilla: la verdadera felicidad se encuentra en Dios. Necesitamos tener el valor de poner nuestras esperanzas más profundas solamente en Dios, no en el dinero, la carrera, el éxito mundano o en nuestras relaciones personales, sino en Dios. Sólo él puede satisfacer las necesidades más profundas de nuestro cora
zón.

Dios no solamente nos ama con una profundidad e intensidad que difícilmente podremos llegar a comprender, sino que, además, nos invita a responder a su amor. Todos sabéis lo que sucede cuando encontráis a alguien interesante y atractivo, y queréis ser amigo suyo. Siempre esperáis resultar interesantes y atractivos, y que deseen ser vuestros amigos. Dios quiere vuestra amistad. Y cuando comenzáis a ser amigos de Dios, todo en la vida empieza a cambiar. A medida que lo vais conociendo mejor, percibís el deseo de reflejar algo de su infinita bondad en vuestra propia vida. Os atrae la práctica de las virtudes. Comenzáis a ver la avaricia y el egoísmo y tantos otros pecados como lo que realmente son, tendencias destructivas y peligrosas que causan profundo sufrimiento y un gran daño, y deseáis evitar caer en esas trampas. Empezáis a sentir compasión por la gente con dificultades y ansiáis hacer algo por ayudarles. Queréis prestar ayuda a los pobres y hambrientos, consolar a los tr
istes, deseáis ser amables y generosos. Cuando todo esto comience a sucederos, estáis en camino hacia la santidad.

En vuestras escuelas católicas, hay cada vez más iniciativas, además de las materias concretas que estudiáis y de las diferentes habilidades que aprendéis. Todo el trabajo que realizáis se sitúa en un contexto de crecimiento en la amistad con Dios y todo ello debe surgir de esta amistad. Aprendéis a ser no sólo buenos estudiantes, sino buenos ciudadanos, buenas personas. A medida que avanzáis en los diferentes cursos escolares, debéis ir tomando decisiones sobre las materias que vais a estudiar, comenzando a especializaros de cara a lo que más tarde vais a hacer en la vida. Esto es justo y conveniente. Pero recordad siempre que cuando estudiáis una materia, es parte de un horizonte mayor. No os contentéis con ser mediocres. El mundo necesita buenos científicos, pero una perspectiva científica se vuelve peligrosa si ignora la dimensión religiosa y ética de la vida, de la misma manera que la religión se convierte en limitada si rechaza la legítima contribución de la ciencia en
nuestra comprensión del mundo. Necesitamos buenos historiadores, filósofos y economistas, pero si su aportación a la vida humana, dentro de su ámbito particular, se enfoca de manera demasiado reducida, pueden llevarnos por mal camino.

Una buena escuela educa integralmente a la persona en su totalidad. Y una buena escuela católica, además de este aspecto, debería ayudar a todos sus alumnos a ser santos. Sé que hay muchos no-católicos estudiando en las escuelas católicas de Gran Bretaña, y deseo incluiros a todos vosotros en mi mensaje de hoy. Rezo para que también vosotros os sintáis movidos a la práctica de la virtud y crezcáis en el conocimiento y en la amistad con Dios junto a vuestros compañeros católicos. Sois para ellos un signo que les recuerda ese horizonte mayor, que está fuera de la escuela, y de hecho, es bueno que el respeto y la amistad entre miembros de diversas tradiciones religiosas forme parte de las virtudes que se aprenden en una escuela católica. Igualmente, confío en que queráis compartir con otros los valores e ideas aprendidos gracias a la educación cristiana que habéis recibido.

Queridos amigos, os agradezco vuestra atención; os prometo que rezaré por vosotros, y os pido que recéis por mí. Espero veros a muchos de vosotros el próximo agosto, en la Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid. Mientras tanto, que Dios os bendiga.

sábado, 9 de octubre de 2010

Francisco Aguilar, Francisco Aguilar te envía este artículo desde http://www.opusdei.es

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Santa Misa en el Bellahouston Park (Glasgow, 16 de septiembre de 2010)


http://www.opusdei.es/art.php?p=40391

Bellahouston Park - Glasgow
Jueves 16 de septiembre de 2010

Queridos hermanos y hermanas en Cristo

"Está cerca de vosotros el Reino de Dios" (Lc 10, 9). Con estas palabras del Evangelio que acabamos de escuchar, os saludo a todos con gran afecto en el Señor. En verdad, el Reino de Dios está ya entre nosotros. En esta celebración de la Eucaristía, en la que la Iglesia en Escocia se congrega en torno al altar en unión con el Sucesor de Pedro, reafirmemos nuestra fe en la Palabra de Cristo y nuestra esperanza en sus promesas, una esperanza que nunca defrauda. Saludo cordialmente al Cardenal O'Brien y a los Obispos escoceses. Agradezco particularmente al Arzobispo Conti sus amables palabras de bienvenida de vuestra parte y expreso mi profunda gratitud por el trabajo que el Gobierno británico y escocés y las autoridades municipales de Glasgow han llevado a cabo para que fuera posible este encuentro.

El Evangelio de hoy nos recuerda que Cristo continúa enviando a sus discípulos a todo el mundo para proclamar la venida de su Reino y llevar su paz al mundo, empezando casa por casa, familia por familia, ciudad por ciudad. Vengo a vosotros, hijos espirituales de San Andrés, como heraldo de la paz y a confirmaros en la fe de Pedro (cf. Lc 22, 32). Me dirijo a vosotros con emoción, no muy lejos del lugar donde mi amado predecesor el Papa Juan Pablo II celebró la Misa con vosotros, hace casi treinta años, recibido por la multitud más numerosa que jamás se haya visto en la historia de Escocia.

Muchas cosas han ocurrido en Escocia y en la Iglesia en este país desde aquella histórica visita. Compruebo con gran satisfacción que la invitación que el Papa Juan Pablo II os hizo para caminar unidos con vuestros hermanos cristianos, ha producido mayor confianza y amistad con los miembros de la Iglesia de Escocia, la Iglesia Episcopal Escocesa y otros. Os animo a continuar rezando y trabajando con ellos en la construcción de un futuro más luminoso para Escocia, basado en nuestra común herencia cristiana. En la primera lectura de hoy, hemos escuchado el llamamiento de San Pablo a los romanos a que reconozcan que, como miembros del Cuerpo de Cristo, nos pertenecemos los unos a los otros (cf. Rm 12, 5) y debemos convivir respetándonos y amándonos mutuamente. En este espíritu, saludo a los representantes ecuménicos que nos honran con su presencia. Este año se conmemora el cuatrocientos cincuenta aniversario de la Asamblea de la Reforma, y también el centenario de la Conferencia
Misionera Mundial en Edimburgo, que es considerada por muchos como el origen del movimiento ecuménico moderno. Demos gracias a Dios por la promesa que representa el entendimiento y la cooperación ecuménica para un testimonio común de la verdad salvadora de la Palabra de Dios, en medio de los rápidos cambios de la sociedad actual.

Entre los diferentes dones que San Pablo enumera para la edificación de la Iglesia está el de enseñar (cf. Rm 12, 7). La predicación del Evangelio siempre ha estado acompañada por el interés por la palabra: la palabra inspirada por Dios y la cultura en la que esta palabra echa raíces y florece. Aquí, en Escocia, pienso por ejemplo en las tres universidades fundadas por los papas durante la edad media, incluyendo la de San Andrés, a punto de celebrar el sexto centenario de su fundación. En los últimos treinta años, con la ayuda de las autoridades civiles, las escuelas católicas en Escocia han asumido el desafío de brindar una educación integral a un mayor número de estudiantes, y esto ha ayudado a los jóvenes no sólo en su camino de crecimiento espiritual y humano, sino también en su incorporación a la vida profesional y pública. Se trata de un signo de gran esperanza para la Iglesia, y animo a los profesionales católicos, a los políticos y profesores de Escocia a no perder nu
nca de vista que están llamados a poner sus talentos y su experiencia al servicio de la fe, trabajando por la cultura escocesa actual en todos sus ámbitos.

La evangelización de la cultura es de especial importancia en nuestro tiempo, cuando la "dictadura del relativismo" amenaza con oscurecer la verdad inmutable sobre la naturaleza del hombre, sobre su destino y su bien último. Hoy en día, algunos buscan excluir de la esfera pública las creencias religiosas, relegarlas a lo privado, objetando que son una amenaza para la igualdad y la libertad. Sin embargo, la religión es en realidad garantía de auténtica libertad y respeto, que nos mueve a ver a cada persona como un hermano o hermana. Por este motivo, os invito particularmente a vosotros, fieles laicos, en virtud de vuestra vocación y misión bautismal, a ser no sólo ejemplo de fe en público, sino también a plantear en el foro público los argumentos promovidos por la sabiduría y la visión de la fe. La sociedad actual necesita voces claras que propongan nuestro derecho a vivir, no en una selva de libertades autodestructivas y arbitrarias, sino en una sociedad que trabaje por el ve
rdadero bienestar de sus ciudadanos y les ofrezca guía y protección en su debilidad y fragilidad. No tengáis miedo de ofrecer este servicio a vuestros hermanos y hermanas, y al futuro de vuestra amada nación.

San Ninián, cuya fiesta celebramos hoy, no tuvo miedo de elevar su voz en solitario. Siguiendo las huellas de los discípulos que nuestro Señor envió antes que él, Ninián fue uno de los primeros misioneros católicos en traer la buena noticia de Jesucristo a sus hermanos británicos. Su Iglesia de su misión en Galloway se convirtió en centro de la primera evangelización de este país. Este trabajo fue retomado más tarde por San Mungo, patrón de Glasgow, y por otros santos, entre los que debemos destacar San Columba y Santa Margarita. Inspirados en ellos, muchos hombres y mujeres han trabajado durante siglos para transmitiros la fe. ¡Esforzaos en ser dignos de esta gran tradición! Que la exhortación de San Pablo, en la primera lectura, sea para vosotros una constante inspiración: "En la actividad no seáis descuidados, en el espíritu manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos a la oración" (Rm
12, 11-12).

Me gustaría ahora dirigirme especialmente a los Obispos de Escocia. Queridos hermanos, quiero animaros en vuestra dedicación pastoral a los católicos escoceses. Como sabéis, uno de vuestros primeros deberes pastorales está en relación a vuestros sacerdotes (cf. Presbyterorum Ordinis, 7) y su santificación. Igual que ellos son un alter Christus para la comunidad católica, vosotros lo sois para ellos. En vuestro ministerio fraterno con vuestros sacerdotes, vivid en plenitud la caridad que brota de Cristo, colaborando con todos ellos, en particular con quienes tienen escaso contacto con sus hermanos en el sacerdocio. Rezad con ellos por las vocaciones, para que el Señor de la mies envíe trabajadores a su mies (cf. Lc 10, 2). Ya que la Eucaristía hace la Iglesia, el sacerdocio es algo central para la vida de la Iglesia. Ocupaos personalmente de formar a vuestros sacerdotes como un cuerpo de hombres que alientan a otros a dedicarse totalmente al servicio de Dios Todopoderoso. Cui
dad también de vuestros diáconos, cuyo ministerio de servicio está asociado de manera especial con el orden de los obispos. Sed padres y ejemplo de santidad para ellos, animándolos a crecer en conocimiento y sabiduría en el ejercicio de la misión de predicar a la que han sido llamados.

Queridos sacerdotes de Escocia, estáis llamados a la santidad y al servicio del pueblo de Dios conformando vuestras vidas con el misterio de la cruz del Señor. Predicad el evangelio con un corazón puro y con recta conciencia. Dedicaos sólo a Dios y seréis ejemplo luminoso de santidad, de vida sencilla y alegre para los jóvenes: ellos, por su parte, desearán seguramente unirse a vosotros en vuestro solícito servicio al pueblo de Dios. Que el ejemplo de San Juan Ogilvie, hombre abnegado, desinteresado y valiente, os inspire a todos. Igualmente, os animo a vosotros, monjes, monjas y religiosos de Escocia, a ser una luz puesta en lo alto de un monte, llevando una auténtica vida cristiana de oración y acción que sea testimonio luminoso del poder del Evangelio.

Finalmente, deseo dirigirme a vosotros, mis queridos jóvenes católicos de Escocia. Os apremio a llevar una vida digna de nuestro Señor (cf. Ef 4,1) y de vosotros mismos. Hay muchas tentaciones que debéis afrontar cada día —droga, dinero, sexo, pornografía, alcohol— y que el mundo os dice que os darán felicidad, cuando, en verdad, estas cosas son destructivas y crean división. Sólo una cosa permanece: el amor personal de Jesús por cada uno de vosotros. Buscadlo, conocedlo y amadlo, y él os liberará de la esclavitud de la existencia deslumbrante, pero superficial, que propone frecuentemente la sociedad actual. Dejad de lado todo lo que es indigno y descubrid vuestra propia dignidad como hijos de Dios. En el evangelio de hoy, Jesús nos pide que oremos por las vocaciones: elevo mi súplica para que muchos de vosotros conozcáis y améis a Jesús y, a través de este encuentro, os dediquéis por completo a Dios, especialmente aquellos de vosotros que habéis sido llamados al sacerdocio o
a la vida religiosa. Éste es el desafío que el Señor os dirige hoy: la Iglesia ahora os pertenece a vosotros.

Queridos amigos, una vez más expreso mi alegría de poder celebrar la misa con vosotros. Y me siento feliz de poder aseguraros mis oraciones en la antigua lengua de vuestro país: Sìth agus beannachd Dhe dhuib uile; Dia bhi timcheall oirbh; agus gum beannaicheadh Dia Alba. La paz y la bendición de Dios sea con todos vosotros; que Dios os proteja; y que Dios bendiga el pueblo de Escocia.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Francisco Aguilar, Francisco Aguilar te envía este artículo desde http://www.opusdei.es

Audiencia con Su Majestad la Reina en el Palacio de Holyroodhouse (Edimburgo, 16 de septiembre de 2010)


http://www.opusdei.es/art.php?p=40390

Palacio de Holyroodhouse, Edimburgo
Jueves 16 de septiembre de 2010


Majestad:

Gracias por su gentil invitación a visitar oficialmente el Reino Unido y por sus atentas palabras de saludo en nombre del pueblo británico. Al dar las gracias a Vuestra Majestad, me sea permitido extender mi saludo a todas las gentes del Reino Unido y ofrecerles mi amistad a todos y cada uno.

Me complace comenzar mi viaje saludando a los miembros de la Familia Real, agradeciendo en particular a Su Alteza Real el Duque de Edimburgo la amable acogida que me ha dispensado en el aeropuerto de Edimburgo. Expreso mi agradecimiento igualmente a los actuales Gobiernos de Vuestra Majestad, y también a los anteriores, y a cuantos han trabajado con ellos para hacer posible esta ocasión, incluyendo a Lord Patten y al ex Secretario de Estado Murphy. También agradezco vivamente la labor del grupo parlamentario de todos los partidos concerniente a la Santa Sede, el cual ha contribuido enormemente al fortalecimiento de las relaciones amistosas entre la Santa Sede y el Reino Unido.

Al comenzar mi visita al Reino Unido en la capital histórica de Escocia, saludo en particular al Primer Ministro Salmond y a los representantes del Parlamento escocés. Como las Asambleas galesa y norirlandesa, que el Parlamento escocés crezca para ser una expresión de las buenas tradiciones y la cultura propia de los escoceses, y se esfuerce en servir a sus mejores intereses con un espíritu de solidaridad y preocupación por el bien común.

El nombre de Holyroodhouse, la residencia oficial de Vuestra Majestad en Escocia, recuerda la "Santa Cruz" y evoca las profundas raíces cristianas que aún están presentes en todos los ámbitos de la vida británica. Los reyes de Inglaterra y Escocia han sido cristianos desde tiempos muy antiguos y cuentan con destacados santos, como Eduardo el Confesor y Margarita de Escocia. Como Usted sabe, muchos de ellos ejercieron conscientemente sus tareas de gobierno a la luz del Evangelio, y de esta manera modelaron profundamente la nación en torno al bien. Resultó así que el mensaje cristiano ha sido una parte integral de la lengua, el pensamiento y la cultura de los pueblos de estas islas durante más de mil años. El respeto de sus antepasados por la verdad y la justicia, la misericordia y la caridad, os llegan desde una fe que sigue siendo una fuerza poderosa para el bien de vuestro reino y el mayor beneficio de cristianos y no cristianos por igual.

Muchos ejemplos de esta fuerza del bien los encontramos en la larga historia de Gran Bretaña. Incluso en tiempos relativamente recientes, debido a figuras como William Wilberforce y David Livingstone, Gran Bretaña intervino directamente para detener la trata internacional de esclavos. Inspiradas por la fe, mujeres como Florence Nightingale sirvieron a los pobres y a los enfermos y establecieron nuevos métodos en la asistencia sanitaria que posteriormente se difundieron por doquier. John Henry Newman, cuya beatificación celebraré próximamente, fue uno de los muchos cristianos británicos de su tiempo, cuya bondad, elocuencia y quehacer honraron a sus compatriotas. Todos ellos, y como éstos muchos más, se inspiraron en una recia fe, que germinó y se alimentó en estas islas.

También ahora, podemos recordar cómo Gran Bretaña y sus dirigentes se enfrentaron a la tiranía nazi que deseaba erradicar a Dios de la sociedad y negaba nuestra común humanidad a muchos, especialmente a los judíos, a quienes no consideraban dignos de vivir. Recuerdo también la actitud del régimen hacia los pastores cristianos o los religiosos que proclamaron la verdad en el amor, se opusieron a los nazis y pagaron con sus vidas esta oposición. Al reflexionar sobre las enseñanzas aleccionadoras del extremismo ateo del siglo XX, jamás olvidemos cómo la exclusión de Dios, la religión y la virtud de la vida pública conduce finalmente a una visión sesgada del hombre y de la sociedad y por lo tanto a una visión "restringida de la persona y su destino" (Caritas in veritate, 29).

Hace sesenta y cinco años, Gran Bretaña jugó un papel esencial en la forja del consenso internacional de posguerra, que favoreció la creación de las Naciones Unidas y marcó el comienzo de un período de paz y prosperidad en Europa hasta entonces desconocido. En los últimos años, la comunidad internacional ha seguido de cerca los acontecimientos en Irlanda del Norte, que condujeron a la firma del Acuerdo de Viernes Santo y a la restitución de competencias a la Asamblea de Irlanda del Norte. El Gobierno de Vuestra Majestad y el Gobierno de Irlanda, junto a los dirigentes políticos, religiosos y civiles de Irlanda del Norte, ayudaron al alumbramiento de una solución pacífica del conflicto. Animo a todos a seguir recorriendo juntos con valentía el camino trazado hacia una paz justa y duradera.

Al mirar al exterior, el Reino Unido sigue siendo, política y económicamente, una figura clave en el ámbito internacional. Vuestro Gobierno y vuestro pueblo son los forjadores de ideas que influyen mucho más allá de las Islas británicas. Esto les impone una especial obligación de actuar con sabiduría en aras del bien común. Del mismo modo, dado que sus opiniones tienen una audiencia tan amplia, los medios de comunicación británicos tienen una responsabilidad más grave que la mayoría y una mayor oportunidad para promover la paz de las naciones, el desarrollo integral de los pueblos y la difusión de los auténticos derechos humanos. Que todos los británicos sigan viviendo en consonancia con los valores de honestidad, respeto e imparcialidad que les han merecido la estima y admiración de muchos.

En la actualidad, el Reino Unido se esfuerza por ser una sociedad moderna y multicultural. Que en esta exigente empresa mantenga siempre su respeto por esos valores tradicionales y expresiones culturales que formas más agresivas de secularismo ya no aprecian o siquiera toleran. Que esto no debilite la raíz cristiana que sustenta sus libertades; y que este patrimonio, que siempre ha buscado el bien de la nación, sirva constantemente de ejemplo a vuestro Gobierno y a vuestro pueblo de cara a los dos mil millones de miembros de la Commonwealth y a la gran familia de naciones de habla inglesa de todo el mundo.

Que Dios bendiga a Vuestra Majestad y a todos los habitantes de vuestro reino. Gracias.

martes, 5 de octubre de 2010

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lunes, 4 de octubre de 2010

Francisco Aguilar, Francisco Aguilar te envía este artículo desde http://www.opusdei.es

Audiencia con Su Majestad la Reina en el Palacio de Holyroodhouse (Edimburgo, 16 de septiembre de 2010)


http://www.opusdei.es/art.php?p=40390

Palacio de Holyroodhouse, Edimburgo
Jueves 16 de septiembre de 2010


Majestad:

Gracias por su gentil invitación a visitar oficialmente el Reino Unido y por sus atentas palabras de saludo en nombre del pueblo británico. Al dar las gracias a Vuestra Majestad, me sea permitido extender mi saludo a todas las gentes del Reino Unido y ofrecerles mi amistad a todos y cada uno.

Me complace comenzar mi viaje saludando a los miembros de la Familia Real, agradeciendo en particular a Su Alteza Real el Duque de Edimburgo la amable acogida que me ha dispensado en el aeropuerto de Edimburgo. Expreso mi agradecimiento igualmente a los actuales Gobiernos de Vuestra Majestad, y también a los anteriores, y a cuantos han trabajado con ellos para hacer posible esta ocasión, incluyendo a Lord Patten y al ex Secretario de Estado Murphy. También agradezco vivamente la labor del grupo parlamentario de todos los partidos concerniente a la Santa Sede, el cual ha contribuido enormemente al fortalecimiento de las relaciones amistosas entre la Santa Sede y el Reino Unido.

Al comenzar mi visita al Reino Unido en la capital histórica de Escocia, saludo en particular al Primer Ministro Salmond y a los representantes del Parlamento escocés. Como las Asambleas galesa y norirlandesa, que el Parlamento escocés crezca para ser una expresión de las buenas tradiciones y la cultura propia de los escoceses, y se esfuerce en servir a sus mejores intereses con un espíritu de solidaridad y preocupación por el bien común.

El nombre de Holyroodhouse, la residencia oficial de Vuestra Majestad en Escocia, recuerda la "Santa Cruz" y evoca las profundas raíces cristianas que aún están presentes en todos los ámbitos de la vida británica. Los reyes de Inglaterra y Escocia han sido cristianos desde tiempos muy antiguos y cuentan con destacados santos, como Eduardo el Confesor y Margarita de Escocia. Como Usted sabe, muchos de ellos ejercieron conscientemente sus tareas de gobierno a la luz del Evangelio, y de esta manera modelaron profundamente la nación en torno al bien. Resultó así que el mensaje cristiano ha sido una parte integral de la lengua, el pensamiento y la cultura de los pueblos de estas islas durante más de mil años. El respeto de sus antepasados por la verdad y la justicia, la misericordia y la caridad, os llegan desde una fe que sigue siendo una fuerza poderosa para el bien de vuestro reino y el mayor beneficio de cristianos y no cristianos por igual.

Muchos ejemplos de esta fuerza del bien los encontramos en la larga historia de Gran Bretaña. Incluso en tiempos relativamente recientes, debido a figuras como William Wilberforce y David Livingstone, Gran Bretaña intervino directamente para detener la trata internacional de esclavos. Inspiradas por la fe, mujeres como Florence Nightingale sirvieron a los pobres y a los enfermos y establecieron nuevos métodos en la asistencia sanitaria que posteriormente se difundieron por doquier. John Henry Newman, cuya beatificación celebraré próximamente, fue uno de los muchos cristianos británicos de su tiempo, cuya bondad, elocuencia y quehacer honraron a sus compatriotas. Todos ellos, y como éstos muchos más, se inspiraron en una recia fe, que germinó y se alimentó en estas islas.

También ahora, podemos recordar cómo Gran Bretaña y sus dirigentes se enfrentaron a la tiranía nazi que deseaba erradicar a Dios de la sociedad y negaba nuestra común humanidad a muchos, especialmente a los judíos, a quienes no consideraban dignos de vivir. Recuerdo también la actitud del régimen hacia los pastores cristianos o los religiosos que proclamaron la verdad en el amor, se opusieron a los nazis y pagaron con sus vidas esta oposición. Al reflexionar sobre las enseñanzas aleccionadoras del extremismo ateo del siglo XX, jamás olvidemos cómo la exclusión de Dios, la religión y la virtud de la vida pública conduce finalmente a una visión sesgada del hombre y de la sociedad y por lo tanto a una visión "restringida de la persona y su destino" (Caritas in veritate, 29).

Hace sesenta y cinco años, Gran Bretaña jugó un papel esencial en la forja del consenso internacional de posguerra, que favoreció la creación de las Naciones Unidas y marcó el comienzo de un período de paz y prosperidad en Europa hasta entonces desconocido. En los últimos años, la comunidad internacional ha seguido de cerca los acontecimientos en Irlanda del Norte, que condujeron a la firma del Acuerdo de Viernes Santo y a la restitución de competencias a la Asamblea de Irlanda del Norte. El Gobierno de Vuestra Majestad y el Gobierno de Irlanda, junto a los dirigentes políticos, religiosos y civiles de Irlanda del Norte, ayudaron al alumbramiento de una solución pacífica del conflicto. Animo a todos a seguir recorriendo juntos con valentía el camino trazado hacia una paz justa y duradera.

Al mirar al exterior, el Reino Unido sigue siendo, política y económicamente, una figura clave en el ámbito internacional. Vuestro Gobierno y vuestro pueblo son los forjadores de ideas que influyen mucho más allá de las Islas británicas. Esto les impone una especial obligación de actuar con sabiduría en aras del bien común. Del mismo modo, dado que sus opiniones tienen una audiencia tan amplia, los medios de comunicación británicos tienen una responsabilidad más grave que la mayoría y una mayor oportunidad para promover la paz de las naciones, el desarrollo integral de los pueblos y la difusión de los auténticos derechos humanos. Que todos los británicos sigan viviendo en consonancia con los valores de honestidad, respeto e imparcialidad que les han merecido la estima y admiración de muchos.

En la actualidad, el Reino Unido se esfuerza por ser una sociedad moderna y multicultural. Que en esta exigente empresa mantenga siempre su respeto por esos valores tradicionales y expresiones culturales que formas más agresivas de secularismo ya no aprecian o siquiera toleran. Que esto no debilite la raíz cristiana que sustenta sus libertades; y que este patrimonio, que siempre ha buscado el bien de la nación, sirva constantemente de ejemplo a vuestro Gobierno y a vuestro pueblo de cara a los dos mil millones de miembros de la Commonwealth y a la gran familia de naciones de habla inglesa de todo el mundo.

Que Dios bendiga a Vuestra Majestad y a todos los habitantes de vuestro reino. Gracias.

domingo, 3 de octubre de 2010

Fwd: FW: Rv: Fwd: Relato de actualidad: Una burrada








Un relato muy de actualidad


> DEUDAS y BURROS
>
> Se solicitó a un prestigioso asesor financiero que explicara esta crisis
> de una forma sencilla, para que la gente de a pie entienda sus causas.
>
> Este fue su relato:
>
> Un señor se dirigió a una aldea donde nunca había estado antes y ofreció
> a sus habitantes 100 euros por cada burro que le vendieran.
>
> Buena parte de la población le vendió sus animales.
>
> Al día siguiente volvió y ofreció mejor precio, 150 por cada burrito, y
> otro tanto de la población vendió los suyos.
>
> Y a continuación ofreció 300 euros y el resto de la gente vendió los
> últimos burros. Al ver que no había más animales, ofreció 500 euros por
> cada burrito, dando a entender que los compraría a la semana siguiente,
> y se marchó.
>
> Al día siguiente mandó a su ayudante con los burros que compró a la
> misma aldea para que ofreciera los burros a 400 euros cada uno.
>
> Ante la posible ganancia a la semana siguiente, todos los aldeanos
> compraron sus burros a 400 euros, y quien no tenía el dinero lo pidió
> prestado. De hecho, compraron todos los burros de la comarca.
>
> Como era de esperar, este ayudante desapareció, igual que el señor, y
> nunca más aparecieron.
>
> Resultado:
>
> La aldea quedó llena de burros y endeudados.
>
> Hasta aquí lo que contó el asesor. Veamos lo que pasó después:

> Los que habían pedido prestado, al no vender los burros, no pudieron
> pagar el préstamo.
>
> Quienes habían prestado dinero se quejaron al ayuntamiento diciendo que
> si no cobraban, se arruinarían ellos; entonces no podrían seguir
> prestando y se arruinaría todo el pueblo.
>

> Para que los prestamistas no se arruinaran, el Alcalde, en vez de dar
> dinero a la gente del pueblo para pagar las deudas, se lo dio a los
> propios prestamistas. Pero estos, ya cobrada gran parte del dinero, sin
> embargo, no perdonaron las deudas a los del pueblo, que siguió igual de
> endeudado.
>
> El Alcalde dilapidó el presupuesto del Ayuntamiento, el cual quedó
> también endeudado. Entonces pide dinero a otros ayuntamientos; pero
> estos le dicen que no pueden ayudarle porque, como está en la ruina, no
> podrán cobrar después lo que le presten.

>
> El resultado: Los listos del principio, forrados. Los prestamistas, con
> sus ganancias resueltas y un montón de gente a la que seguirán
> cobrando lo que les prestaron más los intereses, incluso adueñándose de
> los ya devaluados burros con los que nunca llegarán a cubrir toda la
> deuda. Mucha gente arruinada y sin burro para toda la vida. El
> Ayuntamiento igualmente arruinado.
>

> Resultado¿ final?:
>
> para solucionar todo esto y salvar a todo el pueblo, el Ayuntamiento
> bajó el sueldo a sus funcionarios.







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