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lunes, 25 de mayo de 2009

CARTA BENEDICTO XVI . Caso Williamson-Último mail

Carta del Papa sobre el levantamiento de la excomunión a los “lefebvrianos”


 CIUDAD DEL VATICANO, jueves 12 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el texto completo de la carta que el Papa Benedicto XVI ha enviado a los obispos de todo el mundo y en la que explica largamente las razones y los hechos en torno al levantamiento de la excomunión a los obispos ordenados ilegítimamente en 1988 por monseñor Marcel Lefebvre. La carta ha sido hecha pública hoy por la Santa Sede.

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CARTA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI

A LOS OBISPOS DE LA IGLESIA CATÓLICA

sobre la remisión de la excomunión

de los cuatro Obispos consagrados por el Arzobispo Lefebvre

Queridos Hermanos en el ministerio episcopal

La remisión de la excomunión a los cuatro Obispos consagrados en el año 1988 por el Arzobispo Lefebvre sin mandato de la Santa Sede, ha suscitado por múltiples razones dentro y fuera de la Iglesia católica una discusión de una vehemencia como no se había visto desde hace mucho tiempo. Muchos Obispos se han sentido perplejos ante un acontecimiento sucedido inesperadamente y difícil de encuadrar positivamente en las cuestiones y tareas de la Iglesia de hoy. A pesar de que muchos Obispos y fieles estaban dispuestos en principio a considerar favorablemente la disposición del Papa a la reconciliación, a ello se contraponía sin embargo la cuestión sobre la conveniencia de dicho gesto ante las verdaderas urgencias de una vida de fe en nuestro tiempo. Algunos grupos, en cambio, acusaban abiertamente al Papa de querer volver atrás, hasta antes del Concilio. Se desencadenó así una avalancha de protestas, cuya amargura mostraba heridas que se remontaban más allá de este momento. Por eso, me siento impulsado a dirigiros a vosotros, queridos Hermanos, una palabra clarificadora, que debe ayudar a comprender las intenciones que me han guiado en esta iniciativa, a mí y a los organismos competentes de la Santa Sede. Espero contribuir de este modo a la paz en la Iglesia.

Una contrariedad para mí imprevisible fue el hecho de que el caso Williamson se sobrepusiera a la remisión de la excomunión. El gesto discreto de misericordia hacia los cuatro Obispos, ordenados válidamente pero no legítimamente, apareció de manera inesperada como algo totalmente diverso: como la negación de la reconciliación entre cristianos y judíos y, por tanto, como la revocación de lo que en esta materia el Concilio había aclarado para el camino de la Iglesia. Una invitación a la reconciliación con un grupo eclesial implicado en un proceso de separación, se transformó así en su contrario: un aparente volver atrás respecto a todos los pasos de reconciliación entre los cristianos y judíos que se han dado a partir del Concilio, pasos compartidos y promovidos desde el inicio como un objetivo de mi trabajo personal teológico. Que esta superposición de dos procesos contrapuestos haya sucedido y, durante un tiempo haya enturbiado la paz entre cristianos y judíos, así como también la paz dentro de la Iglesia, es algo que sólo puedo lamentar profundamente. Me han dicho que seguir con atención las noticias accesibles por Internet habría dado la posibilidad de conocer tempestivamente el problema. De ello saco la lección de que, en el futuro, en la Santa Sede deberemos prestar más atención a esta fuente de noticias. Me ha entristecido el hecho de que también los católicos, que en el fondo hubieran podido saber mejor cómo están las cosas, hayan pensado deberme herir con una hostilidad dispuesta al ataque. Justamente por esto doy gracias a los amigos judíos que han ayudado a deshacer rápidamente el malentendido y a restablecer la atmósfera de amistad y confianza que, como en el tiempo del Papa Juan Pablo II, también ha habido durante todo el período de mi Pontificado y, gracias a Dios, sigue habiendo.

Otro desacierto, del cual me lamento sinceramente, consiste en el hecho de que el alcance y los límites de la iniciativa del 21 de enero de 2009 no se hayan ilustrado de modo suficientemente claro en el momento de su publicación. La excomunión afecta a las personas, no a las instituciones. Una ordenación episcopal sin el mandato pontificio significa el peligro de un cisma, porque cuestiona la unidad del colegio episcopal con el Papa. Por esto, la Iglesia debe reaccionar con la sanción más dura, la excomunión, con el fin de llamar a las personas sancionadas de este modo al arrepentimiento y a la vuelta a la unidad. Por desgracia, veinte años después de la ordenación, este objetivo no se ha alcanzado todavía. La remisión de la excomunión tiende al mismo fin al que sirve la sanción: invitar una vez más a los cuatro Obispos al retorno. Este gesto era posible después de que los interesados reconocieran en línea de principio al Papa y su potestad de Pastor, a pesar de las reservas sobre la obediencia a su autoridad doctrinal y a la del Concilio. Con esto vuelvo a la distinción entre persona e institución. La remisión de la excomunión ha sido un procedimiento en el ámbito de la disciplina eclesiástica: las personas venían liberadas del peso de conciencia provocado por la sanción eclesiástica más grave. Hay que distinguir este ámbito disciplinar del ámbito doctrinal. El hecho de que la Fraternidad San Pío X no posea una posición canónica en la Iglesia, no se basa al fin y al cabo en razones disciplinares sino doctrinales. Hasta que la Fraternidad non tenga una posición canónica en la Iglesia, tampoco sus ministros ejercen ministerios legítimos en la Iglesia. Por tanto, es preciso distinguir entre el plano disciplinar, que concierne a las personas en cuanto tales, y el plano doctrinal, en el que entran en juego el ministerio y la institución. Para precisarlo una vez más: hasta que las cuestiones relativas a la doctrina no se aclaren, la Fraternidad no tiene ningún estado canónico en la Iglesia, y sus ministros, no obstante hayan sido liberados de la sanción eclesiástica, no ejercen legítimamente ministerio alguno en la Iglesia.

A la luz de esta situación, tengo la intención de asociar próximamente la Pontificia Comisión "Ecclesia Dei", institución competente desde 1988 para esas comunidades y personas que, proviniendo de la Fraternidad San Pío X o de agrupaciones similares, quieren regresar a la plena comunión con el Papa, con la Congregación para la Doctrina de la Fe. Con esto se aclara que los problemas que deben ser tratados ahora son de naturaleza esencialmente doctrinal, y se refieren sobre todo a la aceptación del Concilio Vaticano II y del magisterio postconciliar de los Papas. Los organismos colegiales con los cuales la Congregación estudia las cuestiones que se presentan (especialmente la habitual reunión de los Cardenales el miércoles y la Plenaria anual o bienal) garantizan la implicación de los Prefectos de varias Congregaciones romanas y de los representantes del Episcopado mundial en las decisiones que se hayan de tomar. No se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia al año 1962, lo cual debe quedar bien claro a la Fraternidad. Pero a algunos de los que se muestran como grandes defensores del Concilio se les debe recordar también que el Vaticano II lleva consigo toda la historia doctrinal de la Iglesia. Quien quiere ser obediente al Concilio, debe aceptar la fe profesada en el curso de los siglos y no puede cortar las raíces de las que el árbol vive.

Espero, queridos Hermanos, que con esto quede claro el significado positivo, como también sus límites, de la iniciativa del 21 de enero de 2009. Sin embargo, queda ahora la cuestión: ¿Era necesaria tal iniciativa? ¿Constituía realmente una prioridad? ¿No hay cosas mucho más importantes? Ciertamente hay cosas más importantes y urgentes. Creo haber señalado las prioridades de mi Pontificado en los discursos que pronuncié en sus comienzos. Lo que dije entonces sigue siendo de manera inalterable mi línea directiva. La primera prioridad para el Sucesor de Pedro fue fijada por el Señor en el Cenáculo de manera inequívoca: "Tú confirma a tus hermanos" (Lc 22,32). El mismo Pedro formuló de modo nuevo esta prioridad en su primera Carta: "Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere" (1 Pe 3,15). En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1), en Jesucristo crucificado y resucitado. El auténtico problema en este momento actual de la historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto.

Conducir a los hombres hacia Dios, hacia el Dios que habla en la Biblia: Ésta es la prioridad suprema y fundamental de la Iglesia y del Sucesor de Pedro en este tiempo. De esto se deriva, como consecuencia lógica, que debemos tener muy presente la unidad de los creyentes. En efecto, su discordia, su contraposición interna, pone en duda la credibilidad de su hablar de Dios. Por eso, el esfuerzo con miras al testimonio común de fe de los cristianos al ecumenismo- está incluido en la prioridad suprema. A esto se añade la necesidad de que todos los que creen en Dios busquen juntos la paz, intenten acercarse unos a otros, para caminar juntos, incluso en la diversidad de su imagen de Dios, hacia la fuente de la Luz. En esto consiste el diálogo interreligioso. Quien anuncia a Dios como Amor "hasta el extremo" debe dar testimonio del amor. Dedicarse con amor a los que sufren, rechazar el odio y la enemistad, es la dimensión social de la fe cristiana, de la que hablé en la Encíclica Deus caritas est.

Por tanto, si el compromiso laborioso por la fe, por la esperanza y el amor en el mundo es en estos momentos (y, de modos diversos, siempre) la auténtica prioridad para la Iglesia, entonces también forman parte de ella las reconciliaciones pequeñas y medianas. Que el humilde gesto de una mano tendida haya dado lugar a un revuelo tan grande, convirtiéndose precisamente así en lo contrario de una reconciliación, es un hecho del que debemos tomar nota. Pero ahora me pregunto: ¿Era y es realmente una equivocación, también en este caso, salir al encuentro del hermano que "tiene quejas contra ti" (cf. Mt 5,23s) y buscar la reconciliación? ¿Acaso la sociedad civil no debe intentar también prevenir las radicalizaciones y reintegrar a sus eventuales partidarios en la medida de lo posible- en las grandes fuerzas que plasman la vida social, para evitar su segregación con todas sus consecuencias? ¿Puede ser totalmente desacertado el comprometerse en la disolución de las rigideces y restricciones, para dar espacio a lo que haya de positivo y recuperable para el conjunto? Yo mismo he visto en los años posteriores a 1988 cómo, mediante el regreso de comunidades separadas anteriormente de Roma, ha cambiado su clima interior; cómo el regreso a la gran y amplia Iglesia común ha hecho superar posiciones unilaterales y ablandado rigideces, de modo que luego han surgido fuerzas positivas para el conjunto. ¿Puede dejarnos totalmente indiferentes una comunidad en la cual hay 491 sacerdotes, 215 seminaristas, 6 seminarios, 88 escuelas, 2 institutos universitarios, 117 hermanos, 164 hermanas y millares de fieles? ¿Debemos realmente dejarlos tranquilamente ir a la deriva lejos de la Iglesia? Pienso por ejemplo en los 491 sacerdotes. No podemos conocer la trama de sus motivaciones. Sin embargo, creo que no se hubieran decidido por el sacerdocio si, junto a varios elementos distorsionados y enfermos, no existiera el amor por Cristo y la voluntad de anunciarlo y, con Él, al Dios vivo. ¿Podemos simplemente excluirlos, como representantes de un grupo marginal radical, de la búsqueda de la reconciliación y de la unidad? ¿Qué será de ellos luego?

Ciertamente, desde hace mucho tiempo y después una y otra vez, en esta ocasión concreta hemos escuchado de representantes de esa comunidad muchas cosas fuera de tono: soberbia y presunción, obcecaciones sobre unilateralismos, etc. Por amor a la verdad, debo añadir que he recibido también una serie de impresionantes testimonios de gratitud, en los cuales se percibía una apertura de los corazones. ¿Acaso no debe la gran Iglesia permitirse ser también generosa, siendo consciente de la envergadura que posee; en la certeza de la promesa que le ha sido confiada? ¿No debemos como buenos educadores ser capaces también de dejar de fijarnos en diversas cosas no buenas y apresurarnos a salir fuera de las estrecheces? ¿Y acaso no debemos admitir que también en el ámbito eclesial se ha dado alguna salida de tono? A veces se tiene la impresión de que nuestra sociedad tenga necesidad de un grupo al menos con el cual no tener tolerancia alguna; contra el cual pueda tranquilamente arremeter con odio. Y si alguno intenta acercársele en este caso el Papa- también él pierde el derecho a la tolerancia y puede también ser tratado con odio, sin temor ni reservas.

Queridos Hermanos, por circunstancias fortuitas, en los días en que me vino a la mente escribir esta carta, tuve que interpretar y comentar en el Seminario Romano el texto de Ga 5,13-15. Percibí con sorpresa la inmediatez con que estas frases nos hablan del momento actual: «No una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente». Siempre fui propenso a considerar esta frase como una de las exageraciones retóricas que a menudo se encuentran en San Pablo. Bajo ciertos aspectos puede ser también así. Pero desgraciadamente este "morder y devorar" existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada. ¿Sorprende acaso que tampoco nosotros seamos mejores que los Gálatas? Que ¿quizás estemos amenazados por las mismas tentaciones? ¿Que debamos aprender nuevamente el justo uso de la libertad? ¿Y que una y otra vez debamos aprender la prioridad suprema: el amor? En el día en que hablé de esto en el Seminario Mayor, en Roma se celebraba la fiesta de la Virgen de la Confianza. En efecto, María nos enseña la confianza. Ella nos conduce al Hijo, del cual todos nosotros podemos fiarnos. Él nos guiará, incluso en tiempos turbulentos. De este modo, quisiera dar las gracias de corazón a todos los numerosos Obispos que en este tiempo me han dado pruebas conmovedoras de confianza y de afecto y, sobre todo, me han asegurado sus oraciones. Este agradecimiento sirve también para todos los fieles que en este tiempo me han dado prueba de su fidelidad intacta al Sucesor de San Pedro. El Señor nos proteja a todos nosotros y nos conduzca por la vía de la paz. Es un deseo que me brota espontáneo del corazón al comienzo de esta Cuaresma, que es un tiempo litúrgico particularmente favorable a la purificación interior y que nos invita a todos a mirar con esperanza renovada al horizonte luminoso de la Pascua.

Con una especial Bendición Apostólica me confirmo

Vuestro en el Señor

Benedictus PP. XVI

[Traducción distribuida por la Santa Sede

© Libreria Editrice Vaticana]



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ZS09031201
12-03-2009
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miércoles, 13 de mayo de 2009

Aceprensa. Sólo novedades de libre acceso.13-mayo

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Aceprensa 

Panorama
El Consejo de Estado francés se pronuncia sobre las leyes de bioética  [libre acceso]
Recomienda autorizar, bajo ciertas condiciones, la investigación con células madre embrionarias, excluye el acceso de las mujeres solas y de las parejas homosexuales a la procreación asistida, y rechaza la maternidad de alquiler.


Álvaro Bustos

Panorama
La ayuda a la mujer embarazada, una causa común  [libre acceso]
Una propuesta de ley en el Congreso de EE.UU. sobre ayuda a la mujer embarazada quiere ser una causa común para adversarios y partidarios del aborto.
Manuel Amorós Tenorio

Panorama
La igualdad, más valorada en Francia que la libertad  [libre acceso]
La encuesta “Francia a través de sus valores”, que se realiza cada nueve años y que acaba de ser publicada, revela el cóctel de valores que ahora se impone en el Hexágono: libertad privada y orden público, tendencia a privilegiar los valores igualitarios y a revalorizar el papel del Estado.
Aceprensa 

Entre comillas
El escritor A.N. Wilson cambia de ateo a cristiano  [libre acceso]
Wilson vuleve a la fe cristiana movido, en gran parte, por el ejemplo de sus amigos creyentes.




José Antonio Ruiz San Román

Libros: No Ficción
Cazadores de cuerpos  [libre acceso]
Sonia Shah
Una investigación sobre los ensayos clínicos en seres humanos que las grandes compañías farmacéuticas realizan en países en vías de desarrollo.

Carlos A. Marmelada

Libros: No Ficción
Diccionario de bioética para estudiantes  [libre acceso]
Elvira Manero Richard, Gloria María Tomás y Garrido
Para quienes se acerquen por primera vez a estas materias, este diccionario les resultará útil. Aclara determinados conceptos sobre los que existe confusión, y lo hace con la intención de defender la vida humana en todas las fases de su desarrollo.

Ángel Amador

Libros: Literatura
Chico de barrio  [libre acceso]
Ermanno Olmi
El director de cine italiano Olmi cuenta, en primera persona, las vicisitudes que vivió un chaval de doce o trece años durante los años en que Italia se metió en la Segunda Guerra Mundial. Novela sobre la educación sentimental de un adolescente contada de manera sencilla y directa.


Jerónimo José Martín

Cine
Hannah Montana: la película  [libre acceso]
Peter Chelsom
El largometraje basado en la exitosa serie de Disney Channel es una película musical de tono familiar y amable.
Fernando Gil-Delgado

lunes, 11 de mayo de 2009

Repercusiones políticas de un asunto religioso

Repercusiones políticas de un asunto religioso

Caso Williamson: en Alemania no todo el mundo critica al Papa 

Colonia. En Alemania, el “caso Williamson” está tomando cada vez más carácter de culebrón político. Mientras que los sospechosos habituales siguen atacando al Papa –por ejemplo, el antiguo vicepresidente del Consejo Judío de Alemania, Michel Friedman, ha tildado al Papa de “mentiroso e hipócrita”–, ahora es la canciller Angela Merkel la que se encuentra en el blanco de las críticas.

Firmado por José M. García Pelegrín    ACEPRENSA
Fecha: 
5 Febrero 2009 

Merkel exigió el 3 de febrero que el Papa esclareciera que no es posible el negacionismo del Holocausto (un supuesto que, por otra parte, en Alemania está tipificado como delito). Y es que uno de los cuatro obispos de la Hermandad de San Pío X, a quienes –a petición del superior de dicha hermandad, Bernard Fellay– el Papa levantó la excomunión, el británico Richard Williamson, había negado la existencia del Holocausto y de las cámaras de gas en una entrevista con una cadena sueca de televisión, que se emitió –hecho casual o quizá no–, el 21 de enero, el mismo día en que el Papa firmaba el decreto que levantaba la excomunión.

Sin embargo, Benedicto XVI pronunció ya el 28 de enero, en la audiencia general, palabras de una claridad difícilmente superable: “Mientras que vuelvo a expresar de todo corazón mi completa e incondicional solidaridad con nuestros hermanos, portadores de la primera Alianza, deseo que la shoah incite a la humanidad a reflexionar sobre el imprevisible poder del mal, cuando toma posesión del corazón del hombre. Que la shoahsea, para todos, una advertencia contra el olvido, contra el negacionismo o el reducionismo”.

Por supuesto que nadie pretende afirmar –de “absurdo” lo califica Daniel Deckers en elFrankfurter Allgemeine Zeitung– que el levantamiento de la excomunión al obispo lefebvriano Williamson sea una prueba del antisemitismo romano o papal; sin embargo estos últimos días se ha creado en Alemania un ambiente en el que –según comentaba Heinz-Joachim Fischer, el corresponsal del mismo diario en Roma– “se hace sospechoso cualquiera que no se altere o encolerice con el Papa, por haber levantado, en su Iglesia, una excomunión... aunque sea la de un revisionista”.

Mientras que Fischer aduce este argumento intra-eclesiástico, el debate toma un cariz nuevo en el momento en que la canciller interviene en él: “Con sus declaraciones, la canciller no solo se sitúa –así comenta el Corriere della Sera milanés, el día 4– a la cabeza de los críticos del Vaticano, que tanto se han multiplicado en Alemania durante los últimos días, sino que ha llevado una cuestión religiosa al campo político”. Ante la injerencia de la jefa del ejecutivo alemán, el Vaticano reaccionó con incomprensión. Después de una conversación mantenida durante la audiencia general del miércoles 4 de febrero, Georg Brunnhuber –parlamentario del Bundestag por el partido cristiano-demócrata CDU– declaró a Financial Times de Alemania que el Papa se mostró horrorizado por la reacción que se había producido en su país: “En el Vaticano se tiene la impresión de que están saliendo a la superficie todos los resentimientos anticatólicos que estaban dormidos”.

Brunnhuber no ha sido el único político en declarar que “el Papa sabe lo que hace”, como se expresó el conocido parlamentario cristiano-social (CSU) Norbert Geis, para concluir que Angela Merkel se había equivocado al hacer esas declaraciones. Frente al diarioMitteldeutsche Zeitung, Geis continuaba: “Al parecer, no estaba informada de que el Papa ya había hecho una declaración clara el miércoles pasado”. Otro miembro del Bundestag, Bernd Posselt, rogó a la canciller que no quisiera hacer de “maestra del Papa”; que si bien se han de solucionar ciertos problemas en la curia romana, eso no es de la incumbencia de Merkel: esta debería “ocuparse más bien de que en la coalición de Gobierno en Berlín se tuvieran más en cuenta principios cristianos, cosa más que necesaria en la política social y familiar, en la protección de la vida y en la bioética”.

Imputaciones maliciosas”

Sin embargo, el político de mayor rango que ha intervenido en el debate es el presidente del Bundestag, Norbert Lammert –protocolariamente, el segundo cargo público en Alemania, después del Presidente de la República, y por delante del (o de la) Canciller–. En una entrevista concedida a la edición online del diario Hamburger Abendblatt, Lammert decía: “Las imputaciones que se hacen ahora al Papa son sencillamente maliciosas o, en cualquier caso, poco honradas”. Preguntado por su opinión sobre la intervención de la canciller, Lammert dijo: “Lo que no supone ayuda alguna para solucionar el problema es exigir públicamente al Vaticano cómo ha de comportarse”.

Con su injerencia, Merkel ha provocado un rechazo no solo entre políticos, sino también en un buen sector de la prensa; así, en un periódico liberal y nada sospechoso de defender a la Iglesia como Die Zeit, Ludwig Greven escribía en un artículo de opinión: “Por supuesto que los alemanes y el gobierno alemán son especialmente sensibles cuando se trata de negar el genocidio de los judíos, pues esos crímenes de lesa humanidad los llevaron a cabo, en definitiva, alemanes y en nombre de Alemania; por tanto, negar el holocausto en nuestro país está penado como delito; por ello se excitan e irritan sobre todo cristianos alemanes por esta decisión –obviamente equivocada– de Benedicto, porque es un ‘Papa alemán’. Sin embargo, se trata de una decisión interna de la Iglesia, en la que la política no debería injerirse. Además, las declaraciones de la canciller tienen bastante poco valor, porque el debate hace ya tiempo que se está manteniendo. A su vez, esto significa: no solo son inoportunas, sino además completamente innecesarias”.

No sorprende, pues, que también en la población la opinión esté claramente definida: una encuesta del diario Die Welt (con toda la precaución que ha de tenerse en dichas encuestas online) arroja un resultado diáfano: mientras que para un 35 % “es importante que la canciller tome postura”, el 65 % vota por la respuesta: “Merkel no debería entrometerse”.

Por todo esto, tampoco sorprende que Angela Merkel se haya apresurado –en la tarde del 5 de febrero– a elogiar el esclarecimiento llevado a cabo por parte del Vaticano. Así, en una declaración, la Secretaría de Estado manifestaba: “El obispo Williamson tendrá que distanciarse públicamente, de un modo absolutamente inequívoco, de sus posiciones en relación con la shoah, para obtener en la Iglesia la admisión al episcopado”. Angela Merkel calificó dicha declaración de “importante y buena señal”.

Ahora bien, con esa satisfacción por parte de la canciller parece no haberse acabado el “caso” para la política. Apenas informaba la radio WDR sobre las nuevas declaraciones de Merkel, saltaba a la palestra una política de la oposición, la “verde” Renate Künast, para manifestar que la Canciller reaccionaba sencillamente no por interés, sino por el ambiente reinante en la población. Estamos en plena campaña electoral: el próximo Parlamento (Bundestag) se elige el 27 de septiembre.


lunes, 4 de mayo de 2009

El levantamiento de la excomunión a los obispos lefebvrianos

El levantamiento de la excomunión a los obispos lefebvrianos

Firmado por Diego Contreras Fecha: 27 Enero 2009
Roma.

La noticia del levantamiento de la excomunión a los cuatro obispos ordenados por el cismático Marcel Lefebvre, en julio de 1988, que integran la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, estuvo acompañada por la polémica a propósito de las declaraciones de uno de ellos, realizadas meses antes, en las que negaba la existencia del Holocausto judío.
“El Papa quita la excomunión a un obispo antisemita”, titularon algunos medios informativos, casi dando a entender que existía una relación entre el perdón y el antisemitismo, o bien interpretando la supresión de la sanción como si se tratase de un premio. De este modo, quedó en segundo plano la reflexión sobre el significado de ese gesto de Benedicto XVI, que supone un paso importante en la dirección de sanar el doloroso cisma surgido a raíz del Concilio Vaticano II, de cuyo anuncio se cumplen 50 años. También fue particularmente simbólico el hecho de que el decreto se publicara durante la semana de oración por la unidad de los cristianos.
El levantamiento de la excomunión está contenido en un decreto de la Congregación para los Obispos, firmado el pasado 21 de enero. Con este gesto, el Papa acogió la nueva petición formulada por el superior general de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Mons. Bernard Fellay, en una carta del 15 de diciembre de 2008, escrita también en nombre de los otros tres obispos, Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson y Alfonso de Galarreta.
En esa carta, Fellay manifestaba al Santo Padre la voluntad de “ser y permanecer católicos y de poner todas nuestras fuerzas al servicio del Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, que es la Iglesia católica romana. Nosotros aceptamos todas sus enseñanzas con ánimo filial. Creemos firmemente en el primado de Pedro y en sus prerrogativas y por ello nos hace sufrir tanto la actual situación”.
Aceptar el Vaticano II
Es bien sabido que Benedicto XVI ha tratado por todos los medios, desde su época de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de sanar esta división. Una muestra clara es que incluso –a los pocos meses de su elección como Papa– recibió en su residencia a monseñor Fellay. La aprobación, en julio de 2007, de la posibilidad de que se pueda celebrar la misa con el llamado rito antiguo, el misal de S. Pío V reformado por Juan XXIII en 1962, iba también en esa dirección.
Si el levantamiento de la excomunión es un paso significativo hacia la unidad, aún quedan pendientes otras muchas cuestiones. Por un lado, los seguidores de Lefebvre no han dicho claramente si aceptan “todo” el Vaticano II. Es significativo que en el comunicado con el que manifiestan su agradecimiento al Papa por la medida, eviten ser explícitos en ese punto y se limiten a subrayar que en las próximas reuniones con la Santa Sede la Fraternidad tendrá la oportunidad de “exponer las razones doctrinales de fondo que ella estima ser el origen de las dificultades actuales de la Iglesia”.
Pero las dificultades también se encuentran en cómo el episcopado, especialmente el francés, acogerá esta decisión del Papa, y si manifestarán o no la misma magnanimidad que ha mostrado Benedicto XVI. Eso supondrá, en alguna medida, hacer algo de autocrítica, especialmente a propósito del proceso de renovación litúrgica llevado a cabo en Francia (y en otros países), con algunos aspectos discutibles que provocaron, por rechazo, un endurecimiento de las posturas tradicionalistas encarnadas por los seguidores de Lefebvre. A eso habría que añadir el actual estado de debilidad del catolicismo francés, como muestra el hecho de que el pasado año los nuevos seminaristas fueron 120 para un total de 91 diócesis (40 de esos candidatos proceden de comunidades de “sensibilidad tradicional”).
Se puede discutir sobre la oportunidad de levantar la excomunión precisamente en estas circunstancias, cuando uno de los beneficiados –el inglés, Richard Williamson, de 69 años, procedente del anglicanismo– todavía es recordado por unas declaraciones antisemitas (de las que, por otra parte, se ha distanciado la misma Fraternidad).
No hace falta insistir en que las razones por las que el Papa ha retirado la excomunión son de tipo teológico y no tienen nada que ver con las absurdas opiniones personales de Mons. Williamson. En realidad, cabría darle la vuelta al argumento: esas ideas negacionistas son características de una mentalidad “complotista”, propias de grupos cerrados, que el proceso de unidad contribuiría decididamente a eliminar.