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jueves, 20 de mayo de 2010

Fwd: Rv: Siena (N.396): La felicidad, soltero o casado, con o sin amor; 2. Cristianos en tierra hostil; 3. La lección comunicativa del Papa; 4. El complicado oficio de Joseph Ratzinger; 5. Poner a Dios cercano.






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SUMARIO AÑO X NÚMERO 396 del 19 al 25 de abril de 2010

1

"Para la felicidad no es necesario estar soltero o casado, sino vivir con o sin amor"

noticia / http://www.aciprensa.com/ /jueves 23 de abril de 2010

2

"Cristianos en tierra hostil"

reportaje de Paula rosas desde fez/ http://www.diariosur.es/ / lunes 5 de abril de 2010

3

"La lección comunicativa del Papa"

Comentario de diego contreras / http://www.laiglesiaenlaprensa.com/ /miércoles

21 de abril de 2010

4

"El complicado oficio de Joseph Ratzinger"

artículo de rafael navarro-valls, catedrático de derecho de la universidad complutense/ http://www.elmundo.es/ /lunes 19 de abril de 2010

5

"Poner a Dios cercano"

Artículo de Javier Echevarría, prelado del Opus Dei / http://www.abc.es/

/martes 20 de abril de 2010

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1

"Para la felicidad no es necesario estar soltero o casado, sino vivir con amor o sin amor"

noticia / http://www.aciprensa.com/ /jueves 23 de abril de 2010

Jutta Burggraf, teóloga alemana y presidenta del Simposio de Teología "Conversión cristiana y evangelización" de la Universidad de Navarra, ha señalado que "es posible encontrar la felicidad en el celibato", un asunto cuestionado últimamente por algunos medios de comunicación en una frontal campaña contra el Papa y la Iglesia.

Según Burgraff, "la cuestión clave para la felicidad no creo que sea, necesariamente, estar soltero o casado, sino vivir con o sin amor"."El célibe ha escuchado una llamada específica de Cristo, y se apoya en la ayuda todopoderosa de Dios, no en la propia excelencia", precisó. [El amor, y no el matrimonio, es la clave de la felicidad]

Asimismo, aludiendo al tema del simposio, Burggraf recordó que "por conversión podemos entender aquel giro radical en la vida de una persona tras su encuentro con Jesucristo" por lo que subrayó que "la fidelidad al Evangelio exige cambios en la vida de los cristianos". "El mensaje cristiano siempre resulta actual y fascinante: hay un Dios que ama a cada persona y nos quiere felices ahora y eternamente. Quien cree esto es más capaz de relativizar las dificultades del día a día", agregó.

SUMARIO

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"Cristianos en tierra hostil"

reportaje de paula rosas desde fez/ http://www.diariosur.es/ / lunes 5 de abril de 2010

La comunidad católica de Marruecos crece pese a que es fuertemente perseguida bajo la acusación de hacer proselitismo

Fuad sonríe y toca de forma distraída la pequeña cruz de plata que le cuelga del cuello. «A mí me bautizaron en el mar», dice con una risa un tanto nerviosa. «Pero mis 'hermanos' -Fuad señala a Yunes y Amal, dos jóvenes amigos con quienes comparte almuerzo en su vivienda de Fez- recibieron el bautismo en un cuarto de baño».

A pesar del hostigamiento policial y del miedo al rechazo social e incluso a la agresión física, el número de conversiones al cristianismo aumenta de manera discreta cada año en Marruecos, donde viven su fe de manera semiclandestina. La Constitución establece que el islam es la religión del Estado, pero garantiza la libertad de culto y no castiga la apostasía o la conversión.

Sin embargo, la última oleada de expulsiones de cristianos extranjeros, acusados de hacer proselitismo, ha puesto de manifiesto que el régimen no está dispuesto a permitir que nadie «sacuda la fe de los musulmanes», como señaló el propio Ministerio del Interior.

El pasado 8 de marzo una veintena de evangélicos de diferentes nacionalidades que regentaban un orfanato en la localidad de Aïn Leuh, en el Medio Atlas, fueron expulsados de Marruecos. Las autoridades locales les acusaron de intentar alejar a los niños del islam, violando así el artículo 220 del Código Penal, que castiga con penas de hasta tres años de cárcel el proselitismo. Las redadas continuaron en los días siguientes en puntos tan distantes como Marrakech o Larache. Oficialmente, se ha obligado a salir del país a veintisiete personas, aunque algunas fuentes como la Alianza Evangélica Española elevan hasta setenta los afectados.

«Desde entonces, la Policía me ha llamado varias veces para preguntarme sobre otros extranjeros... Intentan que suene informal, pero es un interrogatorio en toda regla», se queja Fuad. Tanto él como su mujer, la sudafricana Johnetta, están acostumbrados a ver agentes de paisano sentados en el café de debajo de su piso.

Su hogar es una de las 'casas-iglesia' que utiliza su comunidad religiosa para congregarse. A pesar de existir más de setenta templos cristianos en el país magrebí, los conversos casi nunca acuden a ellos. «En las viviendas hacemos lo mismo que se hace en la iglesia, alabamos a Dios, cantamos, rezamos los unos por los otros y leemos la Biblia», explica Fuad. Los grupos son siempre reducidos, de no más de ocho personas, para no llamar la atención.

Es difícil saber cuántos conversos hay en Marruecos. Entre el revuelo que han causado las expulsiones, algunos medios locales han llegado a hablar de 45.000 cristianos. «Hay quien está interesado en inflar las cifras para convencer a la gente de que hay un problema y hacerlo explotar», asegura Matteo Revelli, párroco de la iglesia católica de San Francisco de Asís en Fez.

Algunos analistas, como el politólogo Mohamed Darif, achacan la oleada de redadas contra los cristianos al mayor control de la esfera religiosa que ha demostrado el reinado de Mohamed VI. En su intento por atar corto al islamismo radical, el Estado lucha contra el proselitismo cristiano y deja sin argumentos «a los islamistas que critican la permisividad con los misioneros evangélicos», argumenta Darif en las páginas del semanario 'Tel Quel'.

Falsos conversos

El padre Matteo es consciente del peligro que supone acoger a marroquíes en la iglesia. «En cualquier momento te acusan de proselitismo y te cierran el templo», explica desde la sacristía. El párroco no se fía de nadie. «Muchas veces viene gente pidiendo una Biblia o me dan su teléfono para que les llame... Pero podría asegurar casi al cien por cien que son espías», dice el italiano, que atiende una comunidad de doscientas personas en Fez, todos extranjeros.

Yunes, convertido hace dos años al cristianismo, no puede ocultar su enfado. «Las autoridades nos ridiculizan y ningunean. Dicen que los extranjeros vienen a confundirnos, a jugar con nuestras mentes, incluso han llegado a decir que nos ofrecen dinero», critica el joven. «Estamos hartos. Queremos que el Gobierno entienda que nadie nos manipula. Somos marroquíes y cristianos. La iglesia marroquí existe», afirma con solemnidad. Amal, que apenas acaba de cumplir 20 años, escucha con atención y asiente. Su familia aún no sabe que hace un mes que abrazó la fe cristiana, y teme su reacción. «No son muy practicantes, pero, para ellos, convertirse al cristianismo es una especie de traición», asegura la joven.

«Puede que vayamos a la cárcel, que nos despidan, que nos peguen, que nos persigan como a los cristianos de la Biblia. pero es un precio que estamos dispuestos a pagar para defender nuestra fe», añade Fuad. «Es nuestro derecho».

SUMARIO

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"La lección comunicativa del Papa"

Comentario de diego contreras / http://www.laiglesiaenlaprensa.com/ /miércoles

21 de abril de 2010

Los expertos dicen que en las situaciones de crisis hay que tener presente lo que ocurre y ha ocurrido en la realidad (los hechos), y la percepción que la gente tiene de los que ocurre o ha ocurrido (lo que publican los medios). La acción comunicativa se dirige a los dos niveles.

Esto provoca que a veces se tomen iniciativas, se hagan declaraciones, gestos, etc. pensando solo en el nivel mediático. No hay que extrañarse de que, en ocasiones, esas medidas puedan aparecer a algunos un poco "falsas", pensadas para la galería. Evidentemente, una comunicación bien llevada pide que también esas acciones sean verdaderas y no solo cosméticas.

Las iniciativas de ese segundo nivel no son, por tanto, negativas, al contrario: Juan Pablo II era un maestro en ese tipo de gestos. Pero eran gestos espontáneos, sinceros, que nunca usó (que yo recuerde) como atajo para contrarrestar las críticas a su persona.

Durante estas semanas, no han faltado presiones para que Benedicto XVI actuara en ese segundo nivel para salir al paso de la "crisis mediática" en torno a los abusos de menores. Se le pedía que llevara a cabo alguna acción llamativa, como podría ser un "mea culpa" personal o algo así. El Papa no ha caído en esa trampa.

Contrariamente a lo que podrían pensar algunos, me parece que la acción del Papa está siendo impecable en este sentido. Como escribí a propósito de la carta a los católicos de Irlanda, resulta evidente que el Papa sigue una línea pastoral, no "táctica".

Posiblemente pueda mejorar la maquinaria comunicativa de la Santa Sede, pero el Papa está en su sitio: está dando la cara, interesándose por el dolor de las personas y poniendo los medios a su alcance para que esos crímenes no se vuelvan a repetir. Es decir, está más concentrado en el primer nivel: resolver el problema. Toca a los demás traducir eso al segundo nivel: hacer que se entienda y valore lo que está haciendo.

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"El complicado oficio de Joseph Ratzinger"

artículo de rafael navarro-valls, catedrático de derecho de la universidad complutense/ http://www.elmundo.es/ /lunes 19 de abril de 2010

Cuando vio inevitable su elección –ahora se cumplen cinco años–, el entonces cardenal Ratzinger exclamó: «Señor, no me hagas esto...». ¿Por qué? Ante todo, por la responsabilidad abrumadora que se le venía encima. Luego, porque sabía que los 265 personajes que le habían precedido en la Sede de Pedro pasaron por todo tipo de situaciones, algunas dolorosas. Hasta 36 antipapas quisieron romper una cadena que arranca de un pescador de Galilea, algunos Papas sufrieron martirio, otros fueron expulsados de Roma, los más fueron calumniados, algunos vivieron épocas en que todo se derrumbaba a su alrededor: los Estados, la cultura y las costumbres. Buen conocedor de la Historia de la Iglesia, Ratzinger sabía que en los 2.000 años de papado había acontecido de todo: «lo mejor y lo peor», por decirlo con Mathieu-Rosay.

En todo caso, hace un lustro cayeron de golpe sobre el cardenal Ratzinger las tragedias, errores y aciertos, alegrías y tristezas de más de1.100 millones de católicos. Se entiende su congoja inicial, que superó con valentía. Desde su elección ha sufrido el ataque combinado de los nuevos medios de acoso modernos. Me refiero al mediático, a las amenazas de reprobación de los Parlamentos (España, Bélgica) e incluso a las sombras de querellas criminales (Turquía, Reino Unido).

Ante ellos ha aderezado la serenidad con una rara cualidad: convertir en diálogo los momentos de dificultad. Así pasó con el incidente de Ratisbona, que aceleró el proceso de conversaciones con los musulmanes; con el caso Williamson, que acabó con una visita de Benedicto XVI a la sinagoga de Roma; con la acogida en la Iglesia católica de miles de anglicanos, que se ha convertido en un gesto ecuménico de primera magnitud. Por no hablar del penoso affaire de los abusos sexuales de algunos clérigos, que le ha dado ocasión de iniciar una profunda reforma en el proceso de selección y formación del clero.

El error de los propagandistas del pánico moral es creer que su táctica contra el celibato dará fruto. Permítanme que disienta. Cuando se han dado ataques contra el celibato en épocas históricas pasadas, la reacción de la Iglesia ha sido reafirmarlo. Así, la penosa situación en esta materia de muchos clérigos en el siglo XI-XII, dio lugar a la vigorosa reforma gregoriana que lo purificó. El ataque luterano al celibato sacerdotal dio ocasión a la reforma de Trento que, entre otras cuestiones, volvió a vigorizarlo.

Por lo demás, para valorar a un determinado Papa hay que proyectar el reflector sobre la misión para la que fue elegido. El entonces cardenal Ratzinger no lo fue en 2005 como mero gestor o consejero delegado de una compleja y gigantesca institución. Fue designado para guiar a la Iglesia Católica hacia el horizonte al que mira desde hace 2.000 años.

Con este objetivo es razonable el mensaje de sus primeros y principales escritos, centrados en redescubrir el Amor de Dios (Deus Caritas est) y el amor al hombre en su dignidad, que históricamente es el destino manifiesto de la Iglesia. Su afirmación de que la Iglesia lo que necesita hoy es santidad, no management, apunta como una flecha a ese blanco. Blanco que incluye, claro está, la lucha contra la pobreza y la injusticia (Caritas in Veritate).

No es fácil esta tarea, pero tampoco nadie ha dicho que el oficio de Papa lo sea.

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"Poner a Dios cercano"

Artículo de Javier Echevarría, prelado del Opus Dei / http://www.abc.es/

/martes 20 de abril de 2010

Se cumplen ahora cinco años de la elección del Cardenal Joseph Ratzinger como sucesor de San Pedro al frente de la Iglesia Católica. El 2 de abril de 2005 había fallecido Juan Pablo II. Las televisiones efectuaron un despliegue informativo sin precedentes. Y en medio de aquel clima de conmoción y de cariño hacia el Pontífice difunto, que aleteaba todavía por las calles de Roma, el 19 de abril de 2005 vimos por vez primera la figura amable del nuevo Papa en el balcón central de la Basílica de San Pedro.

Entre los motivos de reconocimiento a Benedicto XVI, quisiera resaltar su acción constante por dar a conocer al Dios cercano. Esta expresión -tomada del título de un libro del Cardenal Ratzinger sobre la Eucaristía- es también un modo afectuoso de hablar del Creador, que la fe nos muestra amoroso y próximo, interesado por la suerte de sus criaturas, como afirmaba un santo de nuestros días. En efecto, San Josemaría recordaba con frecuencia que, en medio del ajetreo cotidiano, a veces «vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado. Y está como un Padre amoroso -a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos-, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando» (Camino, 267).

Dios, que no se halla sujeto al tiempo, asume el tiempo en Jesucristo y se entrega a la humanidad. Como recuerda a menudo el Papa, Dios se ha hecho hombre para que nosotros pudiéramos más fácilmente acogerlo y amarlo. Y, a lo largo de estos años, ha mostrado de modo incisivo, incansablemente, que Dios es Amor y que no se comienza a ser cristiano como fruto de una decisión ética o de una gran idea, sino por el encuentro con una Persona -Jesús de Nazaret- que abre un nuevo horizonte a la vida (Deus Caritas est, 1). En un mundo en el que Dios podría aparecer ausente o alejado, desentendido de los hombres, la catequesis del Papa lo acerca a la vida cotidiana, al caminar del hombre y la mujer del siglo XXI.

La tarea apostólica del cristiano consiste precisamente en ayudar a los demás a conocer a Jesús en medio de su existencia ordinaria, para que encuentren a Dios y hablen con Él en todo momento -no sólo en las circunstancias dolorosas-, conjugando un «Tú» y un «yo» llenos de sentido. Un «Tú» que, para los católicos, adquiere su máximo trato en el sacramento de la Eucaristía, fuente de la vida de la Iglesia.

Para quien se esfuerza en «vivir» la Santa Misa, cualquier actividad humana noble puede adquirir -por decirlo así- una dimensión litúrgica, precisamente por esa unión al Sacrificio de Cristo. Con este horizonte, las tareas familiares, profesionales y sociales que ocupan la mayor parte de la jornada de un ciudadano no le apartan del Señor; al contrario, las incidencias, las relaciones y los problemas que esas actividades llevan consigo pueden alimentar su oración. Apoyados en la gracia, hasta la experiencia de la debilidad, los contratiempos, el cansancio que conlleva todo esfuerzo humano, nos hacen más realistas, más humildes, más comprensivos, más hermanos de los demás. Y cualquier posible éxito y alegría, para quien camina al paso de Dios, es ocasión para dar gracias y recordar que hemos de estar siempre a su servicio y al de nuestros hermanos. Vivir en esa amistad con Dios -recuerda Benedicto XVI en su última encíclica- es el modo de transformar los «corazones de piedra» en «corazones de carne» (cfr. Ez 36, 26), haciendo la vida terrena más «divina» y, por tanto, más digna del hombre (Caritas in veritate, 79).

Jesús recorre los caminos de Palestina y advierte enseguida el dolor de sus contemporáneos. Por eso, cuando se conoce y ama al «Dios cercano», el cristiano no permanece indiferente ante la suerte de los demás. Es el «círculo virtuoso» de la caridad: la cercanía de Dios alimenta la cercanía con los hombres, provoca «la disponibilidad con los hermanos y una vida entendida como una tarea solidaria y gozosa» (Caritas in veritate, 78).

Al contrario, la lejanía de Dios, la indiferencia hacia el Creador, conduce antes o después a desconocer los valores humanos, que pierden entonces su fundamento. «La conciencia del amor indestructible de Dios es la que nos sostiene en el duro y apasionante compromiso por la justicia, por el desarrollo de los pueblos, y en la tarea constante de dar un recto ordenamiento a las realidades humanas. El amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos» (Ibidem).

¿Cómo concibe Benedicto XVI su misión de cabeza de la Iglesia universal? En la Misa de comienzo del Pontificado, explicaba que la tarea del Pastor podría parecer gravosa, pero en realidad se alza como una tarea «gozosa y grande, porque es un servicio a la alegría de Dios, que quiere hacer su entrada en el mundo». En aquella misma ocasión afirmaba que «nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo», y «nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con Él» (Homilía, 24-IV-2005). Así entiende su misión el Papa: comunicar a los demás la alegría que procede de Dios. Suscitar en el mundo un nuevo dinamismo de compromiso en la respuesta humana al amor de Dios.

En estos cinco años de pontificado, no le han faltado al Papa ataques provocados por quienes están empeñados en arrojar al Creador del horizonte de la sociedad de los hombres; tampoco han estado ausentes los sufrimientos ante la incoherencia y los pecados de algunas personas llamadas a ser «sal de la tierra» y «luz del mundo» (Mt 5, 14-16). Nada de eso ha de extrañarnos, pues las dificultades forman parte del itinerario normal del cristiano, ya que no es el discípulo más que su maestro, como anunció Jesucristo: «Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15, 20). Al mismo tiempo, no olvidemos lo que añadió el Señor: «Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra» (Ibidem).

Aquí reside el optimismo indestructible del cristiano, alentado por el Espíritu Santo, que no desampara nunca a la Iglesia. Historia docet: ¡cuántas veces, en el curso de veinte siglos, se han alzado voces agoreras, anunciando el fin de la Iglesia de Cristo! Sin embargo, a impulsos del Paráclito, superadas las pruebas, se ha mostrado luego más joven y más bella, más llena de energías para conducir a los hombres por las sendas de la salvación. Lo hemos visto en estos años: la autoridad moral e intelectual del Papa, su proximidad e interés por los que sufren, su firmeza en la defensa de la Verdad y del Bien, siempre con caridad, ha fortalecido a hombres y mujeres de todas las creencias. El Romano Pontífice sigue siendo un foco que ilumina las intrincadas vicisitudes terrenas.

En el cumplimiento de mi tarea episcopal, millares de personas de buena voluntad -católicos y no católicos, también numerosos no cristianos- me han confiado que las respuestas sólidas y esperanzadoras de Benedicto XVI ante los diversos dramas de la Humanidad han supuesto para ellos una confirmación en el Evangelio, o un motivo de acercamiento a la Iglesia y, sobre todo, un renovado interés por aproximarse al «Dios cercano» que el Papa proclama. Somos muchos los que nos sentimos diariamente enriquecidos por este anuncio alegre de Benedicto XVI, sazonado por la luz de la fe, expuesto con todos los recursos de la inteligencia, con un lenguaje cristalino y con el testimonio de su relación personal con Jesucristo. Que el Señor nos los conserve por muchos años como guía de la Iglesia, para bien de la Humanidad entera.

SUMARIO


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